RADIO EL MUNDO DEPORTES: “Enzo es leyenda viva, residente eterno en el corazón de los futboleros de ley, fundamentalmente los que gustan del buen fútbol sin importar la camiseta”.
RADIO EL MUNDO DEPORTES: Enzo Francescoli es un indiscutible y talentoso príncipe del fútbol.
Otro uruguayo genial: Víctor Hugo Morales le colocó ese apelativo y dignamente, Enzo hizo honor a tal título de nobleza futbolera.
“Sangre azul tendrá este caballero, pero es blanca y colorada su armadura”, dice Ignacio Copani en su canción “Inm-Enzo”.
Es que el Charrúa es uno de los ídolos más queridos en River, pero a la vez fue respetado y admirado por todas las hinchadas, incluida la de Boca.
Es que Francescoli siempre fue respetuoso y respetado, dentro y fuera del campo de juego. En la cancha, Enzo fue elegancia, cabeza levantada, inteligencia, pegada y cabezazo goleador.
Un creativo con gol.
Un constructor de futbol con olfato de centrodelantero.
Enzo fue como el generoso compañero de banco en el cole que siempre te salvaba en las pruebas más difíciles, porque además de inteligente, siempre sabía la lección.
“El Príncipe” fue “el” intérprete de una elástica e inolvidable chilena en un Torneo de Verano frente a la Selección de Polonia, que quedó en la historia por su belleza, su estética y su precisión.
Francescoli fue, además, un vocero silencioso de la humildad y el respeto, que nunca se la creyó.
Enzo fue ese flaquito de ojos saltones que deslumbró en el Wanderers de Montevideo y que cruzó el charco para triunfar.
Enzo fue el que sufrió y padeció un año de adaptación cuando llegó a un River, que en 1983 terminó anteúltimo y cerca de descender.
Enzo fue el que insistió y luchó para, de poco, mostrar todo su talento y cansarse de salir campeón y de hacer goles magníficos con la banda cruzada en el pecho.
Francescoli, después de ganar el certamen de nuestro país con el Bambino de DT y en un equipo que daba cátedra, se fue a Europa después del Mundial ’86, con la deuda pendiente de ganar la Libertadores con River.
Enzo fue el que se lució en Francia y en Italia con su fútbol de galera y bastón.
Enzo fue el que en el país Galo, deslumbró a un tal Zinedine Zidane, que lo idolatró de tal modo, que le puso su nombre a su hijo.
Enzo fue el que le dio a la celeste camiseta de Uruguay, la cuota de brillo imprescindible para ganar tres Copa América.
El Príncipe, no pudo destacarse en los dos Mundiales que jugó (’86 y ’90) y tal vez por eso, sea más reconocido en la Argentina que en su país.
Enzo fue, el que ganó varias veces y en distintas década la distinción al mejor jugador de América y es considerado entre los seis mejores de la historia del fútbol uruguayo, además de premios en el mismo sentido en Francia y en Italia.
Francescoli fue el que un día decidió volver a su casa, a River, para sacarlo campeón invicto en 1994.
Enzo fue el que se cobró aquella deuda de 10 años atrás y levantó la Libertadores en el ’96, con aquel inolvidable equipo que dirigía Ramon Diaz, que además se consagró tricampeón consecutivo en los torneos de la Argentina, entre el ’96 y el ’97.
El Príncipe, fue el que una vez que decidió retirarse convocó a una multitud de público, de colegas futbolistas, de figuras extrafubolísticas y a los presidente de Argentina y Uruguy en su emotiva despedida en el Monumental, allá por agosto del ’99.
Enzo fue el empresario de televisión que se fue a vivir a Miami un tiempo y que luego de unos años decidió volver a Buenos Aires.
Francescoli fue, el que declinó cualquier posibilidad de ser DT de River, pero que en el rol de Gerente Deportivo eligió al entonces promisorio y poco experimentado Marcelo Gallardo para ponerse el buzo y acrecentar la gloria del club de Nuñez.
Enzo fue todo eso y muchísimo más: Ídolo, goleador, coleccionista de títulos y de asombros.
Hoy es leyenda viva, residente eterno en el corazón de los futboleros de ley, fundamentalmente los que gustan del buen fútbol sin importar la camiseta y más aún de los riverplatenses agradecidos por tanto talento disfrutado.
Enzo fue Freno, enganche, remate, clase, cabezazo, fútbol a borbotones.
Enzo tenía depositado en sus geniales botines, toneladas de fútbol puro, del bueno… del mejor.
Y como dice Copani en su canción:
“Es tan grande, que si debo hablar del Enzo,
los laureles, los elogios quedan chicos.
La palabra de alabanzas se hace añicos.
Es Francescoli tan grande que ahora pienso….
Que su nombre debería ser IM-ENZO
Pues de gloria me hizo inmesanmente rico”.