RADIO EL MUNDO DEPORTES: El 10 de septiembre será recordado como la jornada que, para siempre, el mejor jugador de básquet argentino de todos los tiempos entró al olimpo de las glorias de nuestro deporte.
RADIO EL MUNDO DEPORTES: Como ocurrió con Diego Maradona después de los históricos goles a Inglaterra en México 86 previos a la consagración, o los días posteriores a cuando Juan Manuel Fangio celebró su quinto campeonato en la Fórmula 1, este 10 de septiembre quedará marcado a fuego en la historia del deporte argentino como la noche en que uno más se sentó a la mesa grande. En esa misma que está Guillermo Vilas, aquel que generó una revolución en la práctica del tenis en Argentina luego de cosechar títulos de Grand Slam y ser el rey del polvo de ladrillo.
A ese nivel de popularidad llegó Manu Ginóbili. Y no lo hizo hoy con su incorporación al Salón de la Fama, el primer argentino en lograrlo en la historia y el primer latino de habla hispana en hacerlo. Como él mismo se encargó de decir, salió de una ciudad chiquita de Argentina y llegó a lo más alto de su deporte, uno de los más populares del mundo, justo en la liga que más creció en las últimas décadas. Esa que supo albergar a figuras eternas que causaron un impacto social en la humanidad como Michael Jordan, su ídolo de la infancia.
Para Ginóbili, haber sido elegido -y en la primera oportunidad de selección tras su retiro en 2018- para entrar al Salón de la Fama es perpetuarse en la historia. “¿Si logro perpetuidad con este premio? Y…, es un museo, ¿no? En el Hall of Fame hay un museo y seguramente algo mío habrá ahí”, dijo muy sonriente cuando le preguntaron por su llegada a ese espacio donde descansan los nombres de grandes deportistas del básquet.
Lo significativo de este premio es que no sólo está relacionado con sus 16 años en la elite de la NBA. En ese tiempo que construyó su legado, cada día más luminoso para las nuevas generación que lo vieron hacer cosas hasta a veces imposibles para alguien que nació en el frío de Bahía Blanca, casi el fin del mundo. A Manu no se le caen los anillos cuando habla del valor que tuvieron sus compañeros para llegar al éxito.
Ya sea en San Antonio con los Tim Duncan, Tony Parker y tantos otros. O en la selección argentina, ese grupo de amigos que, parte viajaron para acompañarlo en Springfield como Fabricio Oberto, Luis Scola, Pepe Sánchez y Gabriel Fernández. Eso también lo define como deportista, siempre cultor del buen trato y un ejemplo para aquellos que sueñan parados frente a un espejo llegar a ser un 5 por ciento de lo que fue él.
Porque como pasó como Messi y los nenes vestidos de blaugranas con la 10 en la espalda -ahora la 30 del PSG-, cuántos fueron los que le pidieron a los padres la blanca o negra con el 20 de San Antonio.
Ginóbili se puso esa chaqueta naranja y el anillo que lo acredita como ya un residente del Salón de la Fama custodiado por sus tres hijos. Casi como un superhéroe de una saga de Marvel que se llevó a la pantalla grande. Esa imagen inmortalizó un momento icónico para el deporte argentino y su historia grande a la que también pertenecen otras grandes como Gabriela Sabatini, Luciana Aymar y Paula Pareto, por citar unos pocos ejemplos.
La historia dirá que un 10 de septiembre, Manu Ginóbili volvió a ser protagonista de una noche única. Como tantas que disfrutamos verlo con la número 20 de los Spurs o con la icónica N° 5 de Argentina. Él, que por su ADN competitivo no alcanzó a disfrutar gran parte del recorrido de su carrera, tuvo el día que merecía. Rodeado de sus afectos y con las luces en la cara que nunca buscó, pero que se ganó el derecho de tener.
Ojalá lo hayas disfrutado, Manu. Porque casos como los tuyos se repiten de vez en cuando en nuestra rica historia de apariciones estelares en el deporte celeste y blanco.